domingo, 14 de febrero de 2010

Bartolomeu Lourenço de Gusmâo, la historia del “padre volador”

“He inventado una máquina por medio de la cual se puede caminar por el aire con mucha más rapidez que por tierra o por mar, pudiendo recorrer hasta doscientas leguas al día, y enviar despachos a los ejércitos y a los países lejanos. Con ella se podrán sacar de las plazas sitiadas a cuantas personas se juzgue conveniente sin que pueda estorbarlo el enemigo, y por medio de se podrán explorar también las regiones próximas a los polos”


De todos es sabido que los hermanos Montgolfier fueron los inventores del aerostato y que ellos mismos fueron los primeros en ascender a los cielos de un modo más o menos estable. En el año 1783, los célebres hermanos, hijos de un fabricante de papel demostraron su tecnología ante el público. Toda Europa aplaudió su genialidad, había nacido la aerostación y los Montgolfier se tornaron en héroes mundiales.

Pero casi ocho décadas antes existió un personaje que ya había realizado la misma proeza, aunque por las causas y los azares de la vida, dicho personaje ha sido prácticamente borrado de la memoria histórica relegándolo a ocupar tan solo un papel principal en algunas novelas de autores que todavía hoy en día, reivindican a Bartolomeu Lourenço de Gusmâo como el verdadero pionero de la aerostación.


Bartolomeu nació en 1685 en Sâo Paulo, formando Brasil en aquella época parte del imperio Portugués. Ya desde muy pequeño destacó en sus estudios, sobre todo en el área de Ciencias y Matemáticas. Siendo todavía un adolescente fue enviado a Portugal a continuar sus estudios en la universidad de Coimbra, donde no tardaría en conseguir diversos cargos y donde se convirtió en sacerdote Jesuita. Concluidos sus estudios, viajó por todo el continente empapándose de todo el conocimiento que pudo alcanzar y mejorando técnicas e inventos allá por donde pasaba.

Al padre Bartolomeu Lourenço se le atribuyen entre otros, un sistema para cocinar gracias a la radiación solar y un juego de lentes, pero sin duda, su obsesión más grande fue la de poder surcar los cielos y ésta pasión fue también la que causa de su desgracia.

El padre Lourenço, gran conocedor de las leyes físicas, observó como una pompa de jabón ascendía rápidamente al situarse sobre el aire calentado por una vela, y de este pequeño destello surgió en su mente su máquina voladora, o instrumento para andar por el aire, como él la bautizó. En 1709 logró un privilegio de invención del rey de Portugal, Juan V, y comenzó a experimentar con pequeños globos de papel que en breve fueron aumentando su tamaño y perfección, cambiando el papel por tela muy fina. Finalmente, el 8 de agosto del mismo año, Bartolomeu Lourenço de Gusmâo realizó una gran demostración pública de su invento ante el monarca, diplomáticos, religiosos y grandes dignatarios portugueses. Su enorme globo de aire caliente ascendió varios metros por encima del suelo del recinto de la Casa de las Indias de Lisboa. Desde aquel día fue conocido como el “padre volador”, mas su nave, bautizada como Passarola, no volvió a ser vista en público.


La gran desgracia del padre Lourenço quizás fue el estar demasiado adelantado a su época y paradójicamente, la iglesia, a la que el pertenecía como Jesuita, fue la que hundió y enterró sus esperanzas de seguir adelante con su gran sueño. Primero el papa Inocencio XIII, que no tenía en muy buena estima a los Jesuitas, y más tarde incluso la Santa Inquisición, reprendieron al padre Lourenço por el manejo de sus globos, pues en sus enigmáticas ascensiones estos veían la mano oscura del diablo. Bartolomeu Lourenço de Gusmâo incluso se vio obligado a salir de Portugal y falleció en España, en el año 1724, enfermo y abatido y sin llegar a cumplir el gran sueño de su vida, surcar los cielos con su máquina voladora, su Passarola.

Poco se conoce sobre el trabajo del Padre Lourenço, más allá de que para calentar el aire de sus globos usaba un sistema muy similar al de los quemadores que se usan hoy en día y de que disponía de diversos modelos perfeccionados y para diferentes usos, desde el militar hasta el transporte de pasajeros.

La mítica ascensión de la Casa de las Indias fue muy sonada y quedó inscrita en diferentes libros y revistas de la época, es muy posible que incluso los mismos hermanos Montgolfier tuvieran conocimiento de la Passarola del Padre Lourenço y ella fuera su fuente de inspiración.

Sea como sea, y como ocurre en la atribución de muchos inventos, la gloria siempre será para los Montgolfier aunque sin lugar a dudas, el pionero de la aerostación mundial fue el malogrado Padre Bartolomeu Lourenço de Gusmâo, el padre volador.

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