Existen muchas teorías acerca de por qué la gente es infiel. En general hay consenso en la idea de que hombres y mujeres llegan a acostarse con otro por diferentes razones. Por eso aclaro que esta vez vamos a hablar de los hombres.
Una de las hipótesis que junta más adeptos es la que dice que el hombre busca afuera lo que no tiene en casa. O, dicho de otra manera, que la infidelidad es consecuencia de algún problema en la pareja. Generalmente, se piensa que esa falla en la relación tiene que ver con lo sexual. Así se llega a la conclusión de que el hombre que no está bien atendido por su mujer, sale a buscar el sexo afuera. Como para compartir responsabilidades ¿no? Pero otras veces se piensa, por ejemplo, que el señor está atravesando alguna clase de crisis de masculinidad, de inseguridad, o "de mediana edad" como dicen los norteamericanos y entonces, para fortalecer su autoestima, busca a una mujer más joven y bonita, como para demostrarse que todavía es bien macho y que si quiere, puede.
Es interesante saber que un señor llamado Gary Neuman hizo un relevamiento, en Estados Unidos por supuesto, y encontró que solamente el 8 por ciento de los hombres que habían sido infieles, dijo que sus motivos tenían que ver con que no tenía frecuencia suficiente o buen sexo con su esposa. Y nada más que el 12 por ciento admitió que para ser infiel eligió a una mujer más linda, más flaca o más ¿tetona? que su señora. Así que ahí tenemos un dato que desmiente en parte lo anterior.
También puedo decir que conozco hombres infieles que aseguran que todo está bien en casa, que el sexo con la mujer está bueno, que se llevan bien con sus señoras y que, por lo tanto, la relación oficial no está entre las causas de la infidelidad.
Por eso vale la pena contemplar otras posibles teorías. Está, por ejemplo, la que dice que el origen de la infidelidad es social. Es decir, que depende mucho del entorno del hombre. Si el señor trabaja en un lugar donde muchos de sus colegas son infieles, o si tiene amigos que son infieles, entonces la idea de esa posibilidad, de alguna manera, se colará en su vida. Y algunos se rendirán ante ella. Casi como parte de una moda o una cultura urbana.
Otros suscriben a la idea de la tentación. Eso sería algo así como que en determinadas circunstancias un escote, una caída de ojos o un histeriqueo resultarán irresistibles, el señor perderá el control y mandará al caño las promesas de fidelidad.
Y la última alternativa que tiene bastantes adeptos es la ¿genética?, que sostiene que no está en la naturaleza del hombre ser fiel. Que vivir toda una vida de sexo con una sola persona no es, justamente, natural. Es, en todo caso, una imposición social muy difícil de sostener porque va en contra de los impulsos más genuinos.
A lo mejor, en honor a la sinceridad más íntima, deberíamos preguntarnos si realmente queremos ser fieles, o si es nuestra pareja la que quiere que lo seamos. Y empezar a resolver desde ahí. Y después mancarse las conclusiones, que no es fácil...
Una de las hipótesis que junta más adeptos es la que dice que el hombre busca afuera lo que no tiene en casa. O, dicho de otra manera, que la infidelidad es consecuencia de algún problema en la pareja. Generalmente, se piensa que esa falla en la relación tiene que ver con lo sexual. Así se llega a la conclusión de que el hombre que no está bien atendido por su mujer, sale a buscar el sexo afuera. Como para compartir responsabilidades ¿no? Pero otras veces se piensa, por ejemplo, que el señor está atravesando alguna clase de crisis de masculinidad, de inseguridad, o "de mediana edad" como dicen los norteamericanos y entonces, para fortalecer su autoestima, busca a una mujer más joven y bonita, como para demostrarse que todavía es bien macho y que si quiere, puede.
Es interesante saber que un señor llamado Gary Neuman hizo un relevamiento, en Estados Unidos por supuesto, y encontró que solamente el 8 por ciento de los hombres que habían sido infieles, dijo que sus motivos tenían que ver con que no tenía frecuencia suficiente o buen sexo con su esposa. Y nada más que el 12 por ciento admitió que para ser infiel eligió a una mujer más linda, más flaca o más ¿tetona? que su señora. Así que ahí tenemos un dato que desmiente en parte lo anterior.
También puedo decir que conozco hombres infieles que aseguran que todo está bien en casa, que el sexo con la mujer está bueno, que se llevan bien con sus señoras y que, por lo tanto, la relación oficial no está entre las causas de la infidelidad.
Por eso vale la pena contemplar otras posibles teorías. Está, por ejemplo, la que dice que el origen de la infidelidad es social. Es decir, que depende mucho del entorno del hombre. Si el señor trabaja en un lugar donde muchos de sus colegas son infieles, o si tiene amigos que son infieles, entonces la idea de esa posibilidad, de alguna manera, se colará en su vida. Y algunos se rendirán ante ella. Casi como parte de una moda o una cultura urbana.
Otros suscriben a la idea de la tentación. Eso sería algo así como que en determinadas circunstancias un escote, una caída de ojos o un histeriqueo resultarán irresistibles, el señor perderá el control y mandará al caño las promesas de fidelidad.
Y la última alternativa que tiene bastantes adeptos es la ¿genética?, que sostiene que no está en la naturaleza del hombre ser fiel. Que vivir toda una vida de sexo con una sola persona no es, justamente, natural. Es, en todo caso, una imposición social muy difícil de sostener porque va en contra de los impulsos más genuinos.
A lo mejor, en honor a la sinceridad más íntima, deberíamos preguntarnos si realmente queremos ser fieles, o si es nuestra pareja la que quiere que lo seamos. Y empezar a resolver desde ahí. Y después mancarse las conclusiones, que no es fácil...
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