lunes, 22 de febrero de 2010

¿Qué Les Gusta A Las Mujeres En La Cama?


¿Cómo se podría hacer para que la mujer quede (aún más) contenta? Ahí van algunas ideas generales que deberás aplicar teniendo en cuenta las preferencias de tu chica.
Recuerda que no hay dos mujeres iguales.

El órgano de los sentidos preferente de las mujeres es el auditivo
Puedes comenzar, pues, con una charla íntima, que no debe iniciarse necesariamente en la cama, sino mientras cenáis, por ejemplo, para seguirla cuando estéis acostados.
Exprésale tu amor, lo que te gusta de su forma de ser, su forma de hacer las cosas. Dile cuánto admiras su cuerpo. Si a ella le gusta, sube el tono de las cosas que le dices: desde ligeramente eróticas a francamente sexuales.
No temas seguir diciéndole cosas mientras dure vuestro encuentro sexual. A muchas de ellas las palabras no les distraen tanto como a ti, sobre todo si su contenido se ajusta al momento. A algunas chicas les gusta, además, escuchar palabras soeces. Pero debes saberlo de antemano, porque si no es así, dejarás las cosas en un punto muy malo. Sigue hablando. Muestra tu interés por ella. Indícale cómo enciende tu deseo su sola presencia o simplemente pensar en ella. Si sabes que hay alguna música que la “estimule”, no olvides ilustrar vuestro encuentro con su pieza preferida a bajo volumen.

No puedes olvidar, lógicamente, el sentido del tacto
Bésala en el rostro; besos largos..., ninguno en los labios..., aún. Sigue besando por todas las partes del cuerpo. Besos largos y húmedos..., pero evita las zonas erógenas, rodéalas. Simula besarle los pezones, pero besa la areola... En algún momento puedes besarle los labios, pero sólo en los labios.
Deja que tus manos tomen posesión de su cuerpo. Bésala ahora profundamente. Acaríciala con suavidad, extensamente. Tócale todo el pabellón auricular, el cuello, los brazos, las axilas, bordea los pezones (tócalos un poco con el dorso de la mano, como sin querer, pero huye de ellos rápidamente), atiende a su vientre, a su pubis, la cara interna de sus muslos, la proximidad de los labios mayores de la vulva, las piernas. Dale la vuelta y recorre su espalda con labios y manos. Muérdele con suavidad la nuca: un pequeño restallido de placer recorrerá su cuerpo; lo sabrás porque no podrá evitar un ligero gemido. Vuélvela de nuevo.
Bésala profundamente, acaricia ya sus zonas erógenas: los lóbulos de las orejas, los pezones, el pecho entero, su vulva. Entretente con los dedos entre sus labios mayores y menores. Notarás cómo se incrementa la humedad. Recuerda que el ano también es una zona erógena, pero debes evitar tocar después la vulva con el mismo dedo.

Estimula su clítoris con suavidad
Supongo que ya habrás aprendido a hacerlo con eficacia a estas alturas, porque no es ahora el momento de aprender...
A las mujeres suele gustarle el cunilinguus tanto como a ti pueda encantarte la felación. Acaricia su clítoris con la lengua y con tus labios: un poco de estímulo..., para, para; otro poco de estímulo, vuelve a parar. Se trata de que se retuerza de placer, y para eso el clítoris es la llave del éxito. Pero no olvides introducir un dedo en su vagina para acariciar su pared anterior. No hace falta que simules los movimientos del coito con el dedo. Acaricia dentro, que lo note, y sácalo.
Vuelve a sus pezones, al resto del cuerpo. Y baja de nuevo a sus genitales.
Habrás hecho todo esto sin prisas. Recreándote y, sobre todo, recreándola.
Para ello tienes que medir bien el tiempo, porque si te excedes puede aburrirse.

Ha llegado la hora de llevarla al orgasmo
Está deseándolo. ¿Qué prefieres? O mejor aún ¿qué prefiere ella? Puedes utilizar tus dedos masturbándola para que llegue al clímax, bien humedecidos con tu saliva o con los fluidos de su propia vagina. Quizás le apetezca que utilices un vibrador para conseguirlo. O vuelve a emplear tu lengua en un cunilinguus explosivo que la lleve hasta el final.
Quizás os decidáis por el coito. Si es así, no tengas prisa en elegir la postura final. ¿Quieres ver a tu chica excitándose de verdad? Sí, sí, más de lo que ya está. Utiliza la posición del misionero. Introduce el pene en su vagina, pero nada de movimientos de coito. Sácalo. Que sí: fuera del todo. Bésala. Adentro otra vez. Y a sacarlo de nuevo. Entra otra vez. Así ocho o nueve veces (o menos). De este modo estimulas la sensible entrada vaginal con tu glande y conseguirás que tu chica se derrita literalmente entre tus brazos. Recuerda que esa acción desencadena un reflejo que incrementa la irrigación de la zona y la erotiza más. Por eso notarás cómo se moja profusamente.

Llegó el momento del coito
Si ya vas a comenzar los movimientos del coito para llegar al final, puedes seguir en esa postura, pero no olvides evitar las penetraciones profundas que a ella la estimulan poco. Introduce sólo medio pene y coloca la parte de tu cuerpo situada entre el nacimiento del pene y el pubis sobre su clítoris.
Notarás que tu cuerpo se sitúa algo más arriba de lo que es habitual. Muévete. Quizás a ti te proporcione menos placer, pero a ella le sucederá todo lo contrario. Su orgasmo será tu premio. Y después de ése, puedes seguir estimulándola igual para ir a por un segundo y un tercer orgasmo, si es que a ella le apetece.
Pregúntale. Quizás os interese practicar una penetración más profunda. Vale, llegarás más fácil al orgasmo. Pero permítele que se masturbe durante el coito. Así podréis llegar juntos: ¡un orgasmo simultáneo!
También puedes pedirle que se coloque tendida sobre ti, cara a cara, con tus piernas entre las suyas. La penetración será poco profunda, pero muévete a la vez que ella lo hace con empeño en estimular su clítoris, no en llegar tú al orgasmo. Sus jadeos finales te recompensarán.

Multitud de ideas
Recuerda que aunque las mujeres no sientan la misma preferencia que los hombres por los estímulos visuales, eso no significa que sean insensibles a ellos. ¡Ni mucho menos!
Si ya has caldeado el ambiente durante la cena y es evidente que va a pasar algo en la cama, desnúdate despacio delante de ella bajo una luz indirecta como la del cuarto de baño o el pasillo, por ejemplo. O hazlo en el baño con la puerta abierta para que te vea.
No hagas ningún numerito, salvo que seas un verdadero experto. Déjale ver tu trasero si lo tienes bonito, les gusta. Acaríciate el cuerpo. Que vea también el pene. Acarícialo delante de ella. Muéstrale tu erección mientras le explicas lo que su sola presencia es capaz de provocar en ti. Échate en la cama junto a ella o, quizás mejor: enfrente. Regálale la contemplación de una masturbación.
Recuerda que entre las imágenes eróticas que más excitan a las mujeres, la que ocupa el primer lugar es ver a un hombre masturbándose. Hazlo lentamente, con rapidez, otra vez lento. Puedes utilizar si quieres algún juguete sexual: su vibrador, por ejemplo, o quizás le guste que utilices alguna crema hidratante. Que te vea llegar al orgasmo. No le ocultes tu rostro; les encanta ver la cara que pones en ese momento de placer. Tampoco le escatimes que vea tu eyaculación; para ellas es la muestra evidente de tu orgasmo (aunque no sea cierto).
Límpiate allí mismo con un pañuelo de papel (que tendrás preparado) y estimúlala a ella a continuación, con los dedos, con la lengua... O pídele que te corresponda con un espectáculo similar. Si no tiene inhibiciones al respecto, disfrutará tanto haciéndolo delante de ti, como de haberte visto en acción. ¿Y, por qué no hacerlo juntos a la vez? ¿O uno al otro?

Recuerda que las relaciones sexuales son un juego
Y que mientras a ti te gusta la variación (a ellas también), y cuanto más desinhibida mejor, a ellas les encanta, sobre todo, tu dedicación.
Hazle sentirse una diosa.
Conságrale tu tiempo y tu atención.
Y recuerda dos cosas: que su orgasmo depende del clítoris y que la simple penetración del pene en la vagina no lo estimula.

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