Como si fueran joyitas o perlas, una artesana consideró que las vaginas son objetos de culto y decidió hacer colgantes con retratos originales.
Es cierto, hay gente que guarda los dientitos de leche. Hay, incluso, algunos padres devotos que los engarzan y se los cuelgan al cuello. También hay gente que conserva mechones de pelo, algún rulito, aunque esos son difíciles de sacar a pasear. Lo que nunca ví por ningún lado es que alguien anduviera llevando encima la réplica exacta de su propia vagina, o de la vagina de alguien más.
Más precisamente, colgada, en un collar. "Celebra tu propia belleza. Cada pieza es original, única y esculpida a mano, una imagen de su dueña para recordarle lo que el mundo y la gente en él puede decirle: que ella es hermosa". Así es como en VulvaLoveLovely, un sitio de Estados Unidos te venden una vulva de plástico, réplica de una vulva real, para llevar colgando del cuello. Basta con mandar unas cuantas fotitos de tu vagina por mail para que te la retraten.
Lo cierto es que la persona que fabrica estas vulvas a pedido es una mujer que un buen día se dio cuenta de que quería sentirse orgullosa de su vagina. Eso hizo: empezó a fabricar pequeñas versiones para llevar a todas partes. Y después empezó a ofrecerlas al público en general por la módica suma de cuarenta y pico de dólares. Una nadita para las mujeres a las que les gusta ser mujer y andar con la vagina al aire, colgada de una cadenita, por todos lados.
Más precisamente, colgada, en un collar. "Celebra tu propia belleza. Cada pieza es original, única y esculpida a mano, una imagen de su dueña para recordarle lo que el mundo y la gente en él puede decirle: que ella es hermosa". Así es como en VulvaLoveLovely, un sitio de Estados Unidos te venden una vulva de plástico, réplica de una vulva real, para llevar colgando del cuello. Basta con mandar unas cuantas fotitos de tu vagina por mail para que te la retraten.
Lo cierto es que la persona que fabrica estas vulvas a pedido es una mujer que un buen día se dio cuenta de que quería sentirse orgullosa de su vagina. Eso hizo: empezó a fabricar pequeñas versiones para llevar a todas partes. Y después empezó a ofrecerlas al público en general por la módica suma de cuarenta y pico de dólares. Una nadita para las mujeres a las que les gusta ser mujer y andar con la vagina al aire, colgada de una cadenita, por todos lados.
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