lunes, 24 de mayo de 2010

El Parque del Laberinto en Horta, Barcelona

Hay mucha diferencia entre que tu pareja te grite “¡Piérdete!” o te susurre al oído: “Perdámonos juntos…”. Sin embargo, ambas cosas pueden hacerse fácilmente en uno de los rincones más curiosos de Barcelona, que se presta tanto a la excursión solitaria como a la escapada romántica: el majestuoso laberinto de Horta.



Perdámonos juntos, cariño.
Los laberintos tienen algo de poético y fascinante, y también un toque romántico y sensual. Al fin y al cabo, un laberinto vegetal está lleno de rincones misteriosos, oscuros e íntimos, alejados de las miradas ajenas… El Parque del Laberinto de Horta está formado por un conjunto impresionante de jardines, los más antiguos que se conservan en la ciudad. Está cerca de la verde sierra de Collserola, pero no tan alejado como para que no se pueda llegar cómodamente en transporte público.

En el centro del parque puede encontrarse un jardín neoclásico del siglo XVIII dividido en tres bellas terrazas escalonadas, con el laberinto en sí presidiendo la inferior. Más de setecientos metros de cipreses recortados a media altura forman el laberinto, lleno de recodos, callejones sin salida, giros y trampas de perspectiva pensadas para desconcertar al visitante.

Justo en la entrada del laberinto puede verse un relieve que representa a Teseo, el valiente que según la mitología griega se enfrentó al monstruoso minotauro que habitaba en el laberinto de Creta, guiado tan sólo por el ovillo de lana que su amada Ariadna le regaló para que pudiera volver sobre sus pasos. Así que al adentrarse uno por el laberinto de Horta siente la extraña sensación de estar a punto de encontrarse con la bestia de cabeza de toro bramando tras cualquier esquina… Pero no dejéis que eso os intimide, y tratad de orientaros por los verdes caminos entrecruzados hasta llegar al mismísimo corazón del laberinto…

¿Y qué creéis que puede encontrarse en ese centro del laberinto? ¿Cuál es la recompensa que aguarda a los valientes que consigan atravesar los retorcidos muros de cipreses? Pues un pequeño templete vegetal presidido por una estatua de Eros, el dios griego del amor y la atracción sexual… ¡Nada más apropiado como metáfora de lo confuso y laberíntico de las relaciones humanas, con un premio final de amor y sexo para quien sea capaz de orientarse por ellas!


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