¿Los teléfonos móviles provocan cáncer cerebral? No hay una buena razón para pensar que sea así.
Pero si creemos que es una verdad como un templo lo que dicen los físicos sobre que las ondas de radio procedentes de los móviles simplemente no son lo bastante potentes para romper enlaces químicos, la causa de todos los mutágenos que provocan cáncer, ¿por gente tan inteligente — más inteligente que yo, eso seguro — siguen investigando esta materia?
La respuesta está en el temor a lo desconocido. Nunca en la historia de la humanidad nos hemos visto tan empapados en radiación electromagnética. ¿Podría ser que simplemente no podemos prever el riesgo, que nuestra ciencia nos ciega ante la verdad, de la misma forma que los doctores hacían cirugías sin lavarse y sin guantes hace 100 años?
Bueno, de nuevo, no hay ninguna buena razón para pensarlo. Pero, no obstante, aquí están las razones.
Algo sobre la radiación
Todos los agentes conocidos que inducen cáncer – ciertos compuestos químicos y virus y la radiación ionizante – actúan rompiendo los enlaces químicos que generan mutaciones del ADN. La radiación ionizante se refiere a los rayos gamma, rayos-X, la mayor parte de la luz ultravioleta y ciertas partículas subatómicas. Su energía es lo bastante alta para desligar un electrón de un átomo.
La radiación no ionizante de menor energía procedente de las bombillas o los móviles (ambas parte del espectro electromagnético) no pueden dañarnos a menos que se enfoquen lo suficiente para calentar el tejido. Incluso si los móviles pudieran crear un calor dañino, la sangre circulante debería disiparlo.
Aún así, hay algo aún no establecido sobre bañar tu cerebro con ondas de radio supuestamente inocuas. Por lo que los científicos están investigando los efectos de estas ondas de radio no ionizantes y no térmicas o débilemente térmicas. Las teorías, no obstante, aquí se vuelven muy superficiales.
Podría defenderse que la córnea no puede disipar el calor de la misma forma que otras partes del cuerpo; estudios con animales han encontrado un vínculo entre las microondas y las cataratas. Pero la mayoría de nosotros normalmente se pone el móvil en la oreja, no en los ojos.
Además, los humanos podrían tener termorreceptores, como los tilacoides dentro de las plantas que permiten la fotosíntesis, que permitirían a las ondas de radio disparar una cascada de eventos químicos. Lo que esto podría significar para la salud humana es algo que nadie sabe; éste es el único mecanismo plausible en el que los estudios humanos revelarían un vínculo entre el uso de móviles y el cáncer.
Pero los estudios no revelan ningún vínculo con el cáncer.
Del laboratorio a la vida real
Ronald Herberman, director del Instituto del Cáncer de la Universidad de Pittsburgh, asombró a sus colegas en 2008 con su advertencia a 3000 miembros de la plantilla sobre que hay “datos suficientes para garantizar el envío de un aviso… sobre el uso de los móviles”.
Herberman temía a lo desconocido, en este caso a la incapacidad de los estudios actuales para descartar riesgos a largo plazo.
Lo que preocupaba a Herberman era la posibilidad de cáncer tras diez años de uso, como se revelaba en un estudio sueco de 2004 sobre 750 personas. Además, una revisión sueca en 2007 encontró que los cerebros jóvenes podrían tener un mayor riesgo de cáncer tras un uso extendido.
Y un estudio danés aún mayor y más largo a larger de 2006 de más de 400 000 sujetos no encontró tal vínculo. La actualización de 2008 del masivo estudio INTERPHONE de 13 países tampoco pudo resolver una conexión. Los factores del estilo de vida de de los que usan el móvil sin descanso podrían ser de mayor influencia. De forma similar, el vértigo y jaquecas de las que se informó – conocida como hipersensibilidad electromagnética — podría ser debidos a sostener un objeto contra tu cabeza durante una hora y no a ningunas ondas que entren o salgan.
Falsas alarmas
La gente ha señalado a la pérdida de abejas como una prueba de lo dañino de la radiación de los móviles. Aunque esta falsa alarma está basada en un pequeño estudio que no tuvo nada que ver con el problema del colapso de colonias, el conocido pero misterioso culpable tras el declive de las abejas. El uso de móviles nunca se correlacionó geográficamente con el declive de las poblaciones de abejas, el cual ahora está rebotando.
Antes de los móviles fueron las líneas de alta tensión. “The Great Power-Line Cover-Up” de Paul Brodeur, basado en los artículos que escribió para The New Yorker, ayudó a alimentar la cáncer-manía. Pero al igual que el 95 por ciento de los cómics de gatos que publica en The New Yorker, esos artículos simplemente eran incorrectos. Se gastaron miles de millones de dólares para acabar con la controversia. Aunque todo lo que tenías que hacer era observar a las cotorras monje sin cáncer que sobreviven en Brooklyn principalmente al calor de los nidos construidos en las líneas de alta tensión y repetidores.
Los cánceres poco comunes tienen una forma de revelarse a sí mismos. El cáncer de pulmón es raro fuera del grupo de fumadores, por lo que su causa fue un caso abierto y cerrado dado que la mitad de la población de Estados Unidos fumaba. Los riesgos industriales han sido identificados de la misma forma cuando grupos de trabajadores contraían tumores extraños.
Nadie se ha quedado estéril por las microondas; nadie ha contraido un cáncer por sus monitores de ordenador. Pero la gente contrae cáncer por la radiación ultravioleta del Sol. Aproximadamente 2000 millones de personas usan móviles, y no ha habido (aún) ningún pico en los raros cánceres de cabeza o cuello. La precaución es prudente, pero no el miedo.
Pero si creemos que es una verdad como un templo lo que dicen los físicos sobre que las ondas de radio procedentes de los móviles simplemente no son lo bastante potentes para romper enlaces químicos, la causa de todos los mutágenos que provocan cáncer, ¿por gente tan inteligente — más inteligente que yo, eso seguro — siguen investigando esta materia?
La respuesta está en el temor a lo desconocido. Nunca en la historia de la humanidad nos hemos visto tan empapados en radiación electromagnética. ¿Podría ser que simplemente no podemos prever el riesgo, que nuestra ciencia nos ciega ante la verdad, de la misma forma que los doctores hacían cirugías sin lavarse y sin guantes hace 100 años?
Bueno, de nuevo, no hay ninguna buena razón para pensarlo. Pero, no obstante, aquí están las razones.
Algo sobre la radiación
Todos los agentes conocidos que inducen cáncer – ciertos compuestos químicos y virus y la radiación ionizante – actúan rompiendo los enlaces químicos que generan mutaciones del ADN. La radiación ionizante se refiere a los rayos gamma, rayos-X, la mayor parte de la luz ultravioleta y ciertas partículas subatómicas. Su energía es lo bastante alta para desligar un electrón de un átomo.
La radiación no ionizante de menor energía procedente de las bombillas o los móviles (ambas parte del espectro electromagnético) no pueden dañarnos a menos que se enfoquen lo suficiente para calentar el tejido. Incluso si los móviles pudieran crear un calor dañino, la sangre circulante debería disiparlo.
Aún así, hay algo aún no establecido sobre bañar tu cerebro con ondas de radio supuestamente inocuas. Por lo que los científicos están investigando los efectos de estas ondas de radio no ionizantes y no térmicas o débilemente térmicas. Las teorías, no obstante, aquí se vuelven muy superficiales.
Podría defenderse que la córnea no puede disipar el calor de la misma forma que otras partes del cuerpo; estudios con animales han encontrado un vínculo entre las microondas y las cataratas. Pero la mayoría de nosotros normalmente se pone el móvil en la oreja, no en los ojos.
Además, los humanos podrían tener termorreceptores, como los tilacoides dentro de las plantas que permiten la fotosíntesis, que permitirían a las ondas de radio disparar una cascada de eventos químicos. Lo que esto podría significar para la salud humana es algo que nadie sabe; éste es el único mecanismo plausible en el que los estudios humanos revelarían un vínculo entre el uso de móviles y el cáncer.
Pero los estudios no revelan ningún vínculo con el cáncer.
Del laboratorio a la vida real
Ronald Herberman, director del Instituto del Cáncer de la Universidad de Pittsburgh, asombró a sus colegas en 2008 con su advertencia a 3000 miembros de la plantilla sobre que hay “datos suficientes para garantizar el envío de un aviso… sobre el uso de los móviles”.
Herberman temía a lo desconocido, en este caso a la incapacidad de los estudios actuales para descartar riesgos a largo plazo.
Lo que preocupaba a Herberman era la posibilidad de cáncer tras diez años de uso, como se revelaba en un estudio sueco de 2004 sobre 750 personas. Además, una revisión sueca en 2007 encontró que los cerebros jóvenes podrían tener un mayor riesgo de cáncer tras un uso extendido.
Y un estudio danés aún mayor y más largo a larger de 2006 de más de 400 000 sujetos no encontró tal vínculo. La actualización de 2008 del masivo estudio INTERPHONE de 13 países tampoco pudo resolver una conexión. Los factores del estilo de vida de de los que usan el móvil sin descanso podrían ser de mayor influencia. De forma similar, el vértigo y jaquecas de las que se informó – conocida como hipersensibilidad electromagnética — podría ser debidos a sostener un objeto contra tu cabeza durante una hora y no a ningunas ondas que entren o salgan.
Falsas alarmas
La gente ha señalado a la pérdida de abejas como una prueba de lo dañino de la radiación de los móviles. Aunque esta falsa alarma está basada en un pequeño estudio que no tuvo nada que ver con el problema del colapso de colonias, el conocido pero misterioso culpable tras el declive de las abejas. El uso de móviles nunca se correlacionó geográficamente con el declive de las poblaciones de abejas, el cual ahora está rebotando.
Antes de los móviles fueron las líneas de alta tensión. “The Great Power-Line Cover-Up” de Paul Brodeur, basado en los artículos que escribió para The New Yorker, ayudó a alimentar la cáncer-manía. Pero al igual que el 95 por ciento de los cómics de gatos que publica en The New Yorker, esos artículos simplemente eran incorrectos. Se gastaron miles de millones de dólares para acabar con la controversia. Aunque todo lo que tenías que hacer era observar a las cotorras monje sin cáncer que sobreviven en Brooklyn principalmente al calor de los nidos construidos en las líneas de alta tensión y repetidores.
Los cánceres poco comunes tienen una forma de revelarse a sí mismos. El cáncer de pulmón es raro fuera del grupo de fumadores, por lo que su causa fue un caso abierto y cerrado dado que la mitad de la población de Estados Unidos fumaba. Los riesgos industriales han sido identificados de la misma forma cuando grupos de trabajadores contraían tumores extraños.
Nadie se ha quedado estéril por las microondas; nadie ha contraido un cáncer por sus monitores de ordenador. Pero la gente contrae cáncer por la radiación ultravioleta del Sol. Aproximadamente 2000 millones de personas usan móviles, y no ha habido (aún) ningún pico en los raros cánceres de cabeza o cuello. La precaución es prudente, pero no el miedo.
Porque este blog se roba contenido de otros sin dar crédito?
ResponderEliminarEl enlace original es este http://www.livescience.com/health/cell-phone-radiation-cancer-100118.html y la traducción es de Kanijo http://www.cienciakanija.com/2010/01/20/la-ciencia-tras-el-miedo-al-cancer-por-moviles/