lunes, 4 de enero de 2010

Genie: la niña salvaje

Genie Wiley (nacida 18 de abril, 1957) es el nombre que las autoridades del estado de California le dieron a una niña descubierta en en el suburbio angelino de Arcadia el 4 de noviembre de 1970, cuyo verdadero nombre era Susan Wiley y que rara vez se utiliza para proteger la identidad de la persona. Es uno de los casos representativos de los llamados niños ferales.

Susan nació el 18 de abril de 1957. Vivía con sus padres y un hermano mayor, John, que era, junto con ella, el sobreviviente de un total de cuatro nacimientos. La pareja formada por Irene y Clark Wiley, era inestable. Irene sufría de una ceguera muy notoria debido a las cataratas y a su retina desprendida. Clark, por su parte, quien era mayor que Irene por 20 años, sufría un cuadro depresivo agravado que se desencadenó a causa de un accidente de tráfico que mató a su madre, y que le provocaba propinarle frecuentes palizas a su esposa.

Genie nació perfectamente normal físicamente, y comenzaba a hablar un poco tarde, ya que demoró hasta los 20 meses. Un médico familiar sugirió que la niña presentaba problemas de aprendizaje y que posiblemente también un retraso mental. Clark tomó esta situación al extremo, llegando a creer que las autoridades le quitarían a su hija, o que sería llevada a una institución especializada, y que era su deber proporcionarle un tratamiento doméstico y protegerla de los peligros del mundo exterior.

La suerte de Genie quedó echada desde ese momento. Hasta los 13 años de edad, Genie no tuvo contacto alguno con el mundo, ni con persona alguna, salvo su padre. Pasaba los días encerrada en su cuarto, ataviada únicamente con un pañal y atada a una silla-orinal (potty chair, silla entrenadora en inglés). Cuando era de noche, su padre la colocaba en una especie de bolsa de dormir, la ataba y la dejaba dentro de una jaula hecha de alambre y madera, cuando no se le olvidaba y la niña pasaba las noches sin protección alguna en la silla. Tenía prohibido emitir sonidos o hacer ruido. Si llegaba a hacerlo, su padre la golpeaba o le ladraba como un perro feroz para asustarla. Ni siquiera le enseñó a comer o a ir al baño por sí sola. Su alimentación, hasta los 13 años, consistió en comida de bebé, cereales y huevos cocidos, todos los cuales le eran proporcionados de mano.

Su habitación, si es que se le podía llamar así, era un cuarto sellado sin adorno alguno en las paredes. No tenía acceso a radio, televisión ni material didáctico. Lo único de lo que disponía (cuando no estaba atada) era de algunos envases de queso cottage, un par de impermeables de plástico, estambre y revistas viejas de TV Guide. Si acaso llegaba a oír palabras, éstas eran agresivas. A la edad de 13 años, la niña sólo entendía 20 palabras, la mayor parte de las cuales eran negativas, como "stopit" (ya para), "nomore" (ya basta) y "no".

La suerte de los demás habitantes de la casa no era muy diferente, pues debían permanecer cautivos (aunque a ellos se les permitía salir de vez en cuando). Cuando no les era permitido, el padre se sentaba con una pistola cargada a observarlos.

En la habitación de Genie, a pesar de estar sellada y con las ventanas tapadas, había un pequeño hueco en la parte superior del cristal de éstas, con lo que Genie posiblemente haya escuchado la música de piano que un vecino solía poner y los aviones que pasaban por el lugar. Su vista del mundo se reducía a 5 centímetros de cielo y parte de la casa de dicho vecino.


Descubrimiento y tratamiento

En 1970, cansada de los abusos y las palizas, Irene logró escapar, llevándose a sus hijos y huyendo con sus madre. Debido a que la situación económica era precaria, por decir lo menos, no disponía de dinero para operarse y recuperar la vista. Por tal motivo, el 4 de noviembre de 1970 acudió a una oficina de beneficencia en Temple City a buscar apoyo del Estado. La trabajadora social que le atendió notó de inmediato a la niña que iba con ella, que usaba pañales,que miraba puntos indefinidos en el espacio y que sostenía sus manos como si estuviera apoyada en un imaginario barandal, mientras hacía ruidos infantiles. Pensó que era autista, y que no tendría más de siete años de edad. Al descubrir que en realidad tenía trece, llamó a su supervisor, quien dio aviso a la Policía. Inmediatamente la niña fue puesta en custodia y los padres acusados de negligencia y maltrato infantil. Quedó claro, sin embargo, que, Irene tendría más posibilidades de defensa. Con esto en mente, poco antes de comenzar el juicio, Clark cometió suicidio.


La casa estaba completamente a oscuras. Todas las ventanas estaban tapadas y no habían juguetes o indumentaria, nada que hiciera pensar que un niño de cualquier edad hubiese vivido ahí. Los únicos muebles en la habitación [de Genie] eran una jaula parecida a las de los pollos y una silla entrenadora con una especie de aparato doméstico para atar gente (Frank Linley, Sargento de Temple City y una de las primeras personas en conocer a Genie).

La niña fue llevada al Children's Hospital de Los Angeles y de inmediato se notó su extraña y comprensible actitud: su modo de andar era similar al de los canguros, estornudaba, escupía y rasguñaba. Casi no emitía sonidos y se dedicaba a buscar objetos con los que intentaba masturbarse regularmente, sin importar el lugar donde se hallase o las personas que estuviesen a su alrededor. Sin embargo, cuando los médicos del hospital lograron enseñarle a vestirse por sí misma y a responder algunas preguntas comenzaron a tener mayor confianza en que la niña podría tener un nivel de desarrollo aceptable.


Otros eran más escépticos. La cuestión fundamental era si era posible aprender a esa edad, y qué tanto influye el ambiente en el desarrollo de las habilidades lingüísticas, sobre todo. Justo en ese momento, gente como Eric Lenneberg y Noam Chomsky establecían una crítica contra las teorías del lenguaje, el primero atreviéndose a postular que el mismo está de alguna manera innato en el ser humano, que no necesariamente es producto de la civilización, sino un proceso natural.

Lenneberg, por su parte, decía que hay cierto umbral del desarrollo en que el cerebro está diseñado para aprender tareas como el lenguaje. Pasado este tiempo, es inútil tratar de enseñarle el mismo.


Los médicos, se dice, vieron la película L'Enfant Sauvage de François Truffaut, curiosamente estrenada ese mismo año de 1970. En opinión de los primeros terapeutas, James Kent y Susan Curtiss, jamás se había dado un caso de abuso infantil de semejantes proporciones.

Con esto en mente y dada la oportunidad de estudiar uno de los casos de niños salvajes más susceptibles de ser documentados y medidos, el gobierno de los Estados Unidos asignó recursos especiales a la investigación de Genie. La Dra. Jeanne Butler fue la asignada para llevarse a Genie a casa, casi por accidente, y, según su versión de los hechos, trató de brindarle a Genie un medio ambiente tan doméstico como le fuera posible, por lo que trató de llevar a cabo la investigación casi por su cuenta, y no permitía visitas de parte del equipo originalmente ocupado de Genie. Las actitudes de la Dra. Butler han sido controversiales hasta hoy. Sus detractores citan una frase que solía decir: "Voy a ser la próxima Anne Sullivan" (la mentora de Hellen Keller), para apoyar la tesis de que sólo era una buscadora de fama a costa de la niña. Ella se defiende argumentando que su interés por Genie era genuino. Como sea, su petición para adoptarla legalmente fue rechazada y la niña volvió al hospital, siempre bajo el ojo escrutador de médicos y terapeutas que veían a la niña más como un objeto de estudio que como un ser humano.


El nuevo asignado para ocuparse de ella fue David Rigler y su esposa Marilyn, quienes se enfocaron ante todo en enseñarle cosas prácticas más que la observación de sus hábitos. Citan el caso de cuando Genie pudo hablar acerca de sus años de maltrato:

Marilyn Rigler: ¿Dónde te quedabas cuando estabas en casa? ¿Dónde vivías? ¿Dónde dormías?

Genie: Silla entrenadora.

Marilyn Rigler: ¿Dormías en la silla entreadora?

Genie: Ajam. Silla entrenadora.



Durante los cuatro años que permaneció con el matrimonio, aprendió los fundamentos del lenguaje de señas, algunas frases cortas, aprendió a sonreír y, si no había otra forma de expresarse, hacía pequeños dibujos.

1 comentario:

  1. ya habia leido algo de esto en una revista. me parece increible... los vecinos no se daban cuenta de que algo extraño ocurría en esa casa??? ojala estos casos nunca pasaran... es muy triste.espero que esta niña,igual que todos los demas niños salvajes, hayan podido vivir mas dignamente como personas humanas despues del maltrato o las condiciones precarias a las que fueron sometidos.

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