Viviendo Enrico Caruso en los EEUU, cuando ya la mayor parte de Europa estaba en guerra, recibió la visita de cinco compatriotas.
---Señor Caruso -le dijeron-, nosotros dejamos América y vamos a Italia a combatir. En el teatro donde usted actúa, jamás hemos podido poner los pies. Somos pobres.
-¿ Y qué es lo que ustedes desean ? les preguntó amablemente el célebre tenor.
-Vamos como decimos, a la guerra. Tal vez moriremos en ella. Pero antes quisiéramos sentir al gran Caruso. Hemos reunido doscientos dólares. Son pócos. Poquísimos, más es todo lo que poseemos y desearíamos que por esa suma usted cante una canción, una sóla canción para nosotros.
A Caruso se le humedecieron los ojos. Un gran nudo oprimía su garganta de oro. Cuando se recobró lo suficiente como para poder hablar, les dijo:
-¿ Una canción ? ¡Todas la que ustedes quieran ! Y esos doscientos dólares llévenselos a vuestras madres.
Y Caruso cantó toda una noche para aquellos cinco compatriotas que iban a la guerra, y lo hizo con todo el ardor y sentimiento de que era capaz.
---Señor Caruso -le dijeron-, nosotros dejamos América y vamos a Italia a combatir. En el teatro donde usted actúa, jamás hemos podido poner los pies. Somos pobres.
-¿ Y qué es lo que ustedes desean ? les preguntó amablemente el célebre tenor.
-Vamos como decimos, a la guerra. Tal vez moriremos en ella. Pero antes quisiéramos sentir al gran Caruso. Hemos reunido doscientos dólares. Son pócos. Poquísimos, más es todo lo que poseemos y desearíamos que por esa suma usted cante una canción, una sóla canción para nosotros.
A Caruso se le humedecieron los ojos. Un gran nudo oprimía su garganta de oro. Cuando se recobró lo suficiente como para poder hablar, les dijo:
-¿ Una canción ? ¡Todas la que ustedes quieran ! Y esos doscientos dólares llévenselos a vuestras madres.
Y Caruso cantó toda una noche para aquellos cinco compatriotas que iban a la guerra, y lo hizo con todo el ardor y sentimiento de que era capaz.
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